Lincoln (2012)

Mientras se libra la Guerra Civil Americana, el presidente Abraham Lincoln intenta la aprobación de una enmienda que ponga fin a la esclavitud para siempre. Para ello tendrá que recurrir a todo los trucos y artimañas que hagan falta pues cuanto más tiempo tarde en aprobarse, más muertos se cobrará la sangrienta batalla con el sur.

La traslación de la vida del ex-presidente norteamericano a la gran pantalla fue un proyecto perseguido durante mucho tiempo por Steven Spielberg. No en vano, 'El color púrpura' (aquella película con la que comenzó a llamar la atención a la crítica como director serio más allá del cine de aventuras) y la menos preciada 'Amistad' ya tenían esa mancha en la historia de los EE.UU. como telón de fondo. Incluso en 'Minority report' un niño recitaba al principio el discurso de Gettysburg con el que también se abre 'Lincoln'. Doce años de proyecto que ha conocido distintas reescrituras y protagonistas para al final dar con el actor perfecto, Daniel Day-Lewis.

Se hace inevitable hablar de 'Lincoln' sin empezar deshaciéndose en halagos hacia su protagonista, un perfecto Day-Lewis que no interpreta sino que sufre una asombrosa subsunción del personaje. El actor inglés transmuta su voz, gestos y posturas en una genial interpretación mucho más disfrutable en su versión original. Me arriesgaría a decir incluso que a partir de ahora será imposible hacer referencia a la figura del decimosexto presidente sin tener presente el rostro de Daniel Day-Lewis.

Para la realización de la película, Spielberg, quien confiesa sentir admiración por el ex-presidente desde los seis años, se desprende de todos sus habituales artificios. Apenas vemos atisbos del Spielberg más espectacular en los primeros minutos del filme. Tras ellos, la película se desarrolla casi en su totalidad en interiores, cámaras, palacios y demás escenarios cerrados. Pero el director sabe lo que hace y consigue insuflar a la historia de una espectacularidad contenida, casi minimalista. Tampoco puede evitar caer en constantes suyas como son la inocencia de la infancia con el hijo menor de Lincoln o esos inmensos planos a contraluz. 

El principal problema de 'Lincoln' reside en su insistencia en ser un gran filme aunque tenga que hinchar sus pequeños recursos. El discurso, de fácil aplauso, se repite hasta la saciedad sin grandes variantes. La épica de sala conseguida en múltiples ocasiones, en otras se siente reiterativa y hasta artificial, lo que le impide llegar a ser todo lo emocionante que pretende ser.

Se echa en falta mayor emotividad y menos frialdad en su desarrollo. El final se siente incluso apresurado, evitando la mirada hacia lo inevitable. Pero lo que más chirría es ese fundido desde la llama de una vela a la figura ya fantasmal de Lincoln. Un recurso, además de fácil y evidente, muy cutre para una obra de semejante envergadura.

A pesar de ello, 'Lincoln' es una película brillantemente dirigida en su totalidad, con un reparto sobresaliente (a destacar también Tommy Lee Jones) y una fotografía sobrecogedora. Es asombroso como Spielberg y Kaminski han llegado a un punto tal de comprensión expresiva mutua y maestría visual que toda obra suya hacen que como mínimo merezca la pena estilísticamente. 'Lincoln' cuenta también con un soberbio y férreo guión firmado por Tony Kushner, autor de la última gran obra de Spielberg, la magnífica y compleja 'Munich'.

Aunque no sea perfecta, 'Lincoln' es una estupenda película que mezcla la acción política y bélica. Una historia que, aunque pueda parecer de aceptación unánime, tristemente no dista tanto del presente y a día de hoy aún sigue resultando más que necesaria.